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Jardín de las Vistillas de Madrid, tranquilidad respirada entre sus terrazas

Madrid, vuelve a deslumbrar con sus paisajes naturales que se encuentra en su mismo corazón, dando beneplácito a todos los visitantes y turistas que contemplan sus bellezas en tiempo de recreación y relax. En esta oportunidad, es el jardín de las vistillas, quien cumple con un legado muy particular respondiendo a su ubicación geográfica y el entorno en que se encuentra.

jardín de las vistillas

El jardín de las vistillas, esta ubicado en el centro histórico de esta ciudad, el cual se va extendiendo sobre la cima y laderas de un cerro, atrincherado por el valle del río Manzanares y el antiguo cauce del arroyo de San Pedro, en la que hoy se proyecta la conocida calle de Segovia. En su límite meridional, lo contornea la calle del Rosario, Bailén   y la muy popular Gran Vía.

El jardín, debe su nombre al cerro de Las Vistillas, al que sería dado este nombre por las múltiples visitas que recibe en su cima, por el hecho de divisar diferentes paisajes de las riberas, del monumento Casa de Campo y el río Manzanares. Estas son algunas formaciones montañosas que, en su tiempo, fueron útiles como defensa natural a la ciudad cuando transcurría la edad media. Sobre ésta, se levantó el Convento de San Francisco en el siglo XIII, y para el siglo XVIII, se conocía tradicionalmente como el cerro de Las Vistillas de San Francisco El Grande.

Transcurriendo el siglo XIX, el obispado de Madrid-Alcalá, toma posesión de la finca de los duques de Osuna, ordenando la demolición del palacio para construir, en el mismo lugar, la sede del seminario conciliar, con la particularidad de que se conservarían los jardines aledaños. El edificio de la sede se termina de construir hasta el año 1906.

Esta reserva de jardín, fue posteriormente adquirido en condición de compra, por el ayuntamiento de Madrid, procediendo a su restauración en la parte septentrional y con la creación de la plaza de Gabriel Miró, aspecto con el que actualmente conocemos el jardín de las vistillas.

Este jardín de 1,74 hectáreas, levantado por los arquitectos Fernando García Mercadal y Manuel Herrero Palacios, es un lugar muy privilegiado y codiciado por los madrileños y turistas para los días de verano, ofreciendo una estancia arboleada, con escaleras, céspedes, fuente central, paso de granitos y farola, y un imponente busto de Zuloaga.

Jardín de las vistillas, tranquilidad respirada entre sus terrazas

El jardín de las vistillas, ofrece dentro de sus grandes atracciones naturales, diferentes estratos que se dividen en explanadas o terrazas, que para quien lo visita le quedaría un pendiente sino disfruta de estas exuberantes áreas.

Como si de escalones se tratara, el jardín de las vistillas comienza con la parte superior con superficie asfaltada y acondicionadas de un muro, disfrutando en su recorrido, caminos con bancos de granito, una fuente decorativa, y más adelante, al ascender por las escaleras, nos topamos con un monumento realmente impregna de belleza, la cual representa a la vedette Argentina Celia Gámez con majestuoso traje de madrileña castiza, es nada más y nada menos que la estatua de La Violetera.

La segunda terraza, en la que encontramos mayormente árboles, conforma unos parterres de césped muy propicios para descansar a la sombra en los días soleados. Justo en el centro, se alcanza a ver una fuente en forma de trébol de cuatro hojas y para uno de sus costados se sitúa el busto del pintor Ignacio Zuloaga, que curiosamente mantuvo su estudio en uno de los edificios de esta plaza.

La tercera explanada del jardín de las vistillas, conforma el monumento a Ramón Gómez de la Serna, el cual lo rodea un estanque de agua, rellena de multitudinaria flores y plantas. La pérgola en forma de U, limita su espacio en el fondo, discurriendo entre este monumento un paseo adornados con butacas, siendo prácticamente el ornamento ideal para contemplar el paisaje.

El jardín de las vistillas, ha sido sencillamente un colaborador en los pequeños pulmones vegetales con que cuenta la ciudad de Madrid, ofreciendo una agradable vista y una particular recreación para los que tienen oportunidad de contemplarlo.

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